sábado, 21 de mayo de 2011

¿Y nos escandalizamos con el 1984 de Orwell?

Había una vez un señor que se mataba a trabajar, y sin embargo tenía complicado el sobrevivir el día a día. Al terminar la dura jornada, podía retirarse al fin a su casa- él que tenía suerte y pudo conseguir una- a relajarse y a pensar sobre su vida. Pero muchas veces no podía, porque si dejaba encendida la televisión, su cabeza se abandonaba a lo que ésta decía, y si bien había llegado a casa pensando en buscar una vida mejor, acababa pensando que debería comprar aquél nuevo coche o dejar todo su dinero en aquél nuevo banco que tenía nosecuántos menos intereses.
Como casi siempre, el Gobernador también aparecía en la televisión anunciando los nuevos logros para la nación: El Partido Blanco está con vosotros los obreros, solucionaremos esto entre todos, deben confiar en nosotros... era el pan de cada día. También salía muchas veces en televisión el Opositor, pero a éste había que odiarlo, pues solo traería problemas para la nación, ya que pertenecen al partido de color negro y era al que pertenecía el antiguo Gobernador -que, por supuesto, lo hizo todo mal-. Pero el hombre bien sabía que tras cada nueva noticia del nuevo gobierno blanco vendría otra mala, aunque no importaba porque estaban acostumbrados. Un día se levantó y la televisión le dijo que estaban en guerra. Al poco tiempo le dijeron que debían cobrar como hasta hacía 10 años pero trabajando el doble, porque los bancos y el Gobierno habían gastado demasiado dinero en cosas que a los obreros no deberían importarles, porque para algo son obreros y no dictan las normas.
Un buen día decidió no encender la televisión y dejarse llevar por sus pensamientos. Pero, ¿Qué podía hacer después de todo? Sólo era un obrero, una persona vulgar con sus propias y absurdas ideas. Quizás la próxima vez debería votar al partido negro...
A los pocos días le dijeron que ya no podía trabajar, porque no podían pagarle con nada. Como no podían pagarle, tampoco podía seguir viviendo en una casa ni tener televisión en poco tiempo. Se le pasó por la cabeza una idea fugaz de cambio... un cambio que no necesitaba reflexión sino acción, y cuando sus pensamientos pudieron a la apatía, se decidió. Apagó a la tele y salió a la calle, donde se encontró al ciudadano 4510342X , que casualmente estaba en la misma situación. Sólo eran dos simples obreros, pero cuando fueron cuarenta millones la televisión se centró en ellos. Ya no aparecía el Gobernador ni el Opositor discutiendo cuál era más malvado para la Nación, porque estaban ocupados decidiendo cómo convencer a los obreros para que siguieran confiando en ellos ciegamente. La televisión ahora decía lo que los obreros decían, porque había empezado la revolución.

Dedico esta esta humilde reflexión a todos mis compañeros, que aunque de diferentes generaciones e ideales, han decidido unirse y actuar para tener un futuro en el que pueda recordarse el 15 M.

3 comentarios:

  1. ¡Vaya! No sabía que tuvieras un blog. Me gusta mucho esta entrada y estoy totalmente de acuerdo; Orwell no tiene nada que envidiar a Nostradamus! Te seguiré leyendo.

    Nerea (del 7 =P)

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  2. << En ocasiones es mejor no escarbar en la condición humana. Puede salir demasiada basura a flote. >> (Transmetropolitan - El año del bastardo, num. 2/3)

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  3. gracias por vuestros comentarios,Nerea y Spider! ;)

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